22 de julio de 2009

El control de la biodiversidad por las transnacionales en América Latina



Centroamérica es una de las regiones más ricas a nivel mundial pues en ella se localiza el 11 por ciento de las especies, animales y vegetales del planeta, ecorregiones de alta prioridad, bosques secos, humedales y bosques serófilos templados.

Pero sobre ellos se planea llevar a cabo dos proyectos muy ambiciosos: el Corredor Biológico Mesoamericano (CBM) y el Plan Puebla-Panamá (PPP), los cuales están siendo financiados por instituciones internacionales, así como por empresas transnacionales, las cuales accederán a la mayor riqueza biológica de la región, además de la creación de infraestructura, industria y comercio.

Aunque estos proyectos son diferentes entre sí, porque uno se plantea como objetivo la conservación y el otro el desarrollo industrial, representan el punto de partida para la explotación y la destrucción de ecosistemas únicos por su riqueza y diversidad.

El CBM está planeado para los estados de Campeche, Chiapas, Quintana Roo y Yucatán, en México, además de Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá, y el PPP considera la misma zona, más los estados de Puebla, Guerrero, Tabasco y Veracruz. La población conjunta en esta zona es de 65 millones de habitantes, además de ser una de las zonas con mayor marginación y pobreza del país, representa un requisito viable para ambos proyectos, pues en ella abunda la mano de obra barata y para lo cual las grandes empresas consolidarían su operación.

Esta zona es abundante en recursos naturales y con una extraordinaria biodiversidad. Por ejemplo, la región meridional de México –incluyendo los estados ricos en recursos naturales como Tabasco y Campeche-, contribuye con más del 45% del PIB en la minería, petróleo, electricidad, gas y agua.

Entre las "trasnacionales conservacionistas", que representan los intereses de grandes corporaciones, figuran la WWF, Conservación Internacional y Nature Conservancy, además de agencias gubernamentales de Países Bajos, Alemania y la NASA.

Por otro lado, hay ya un instrumento llamado el sistema de Interconexión eléctrica de América, conocido como el SIEPAC, y este tiene estudios realizados para que haya una conexión a partir de Costa Rica y su conexión con Panamá hasta El Salvador y se concretaría un proyecto de conexión eléctrica de México a Belice y Guatemala.

Pero además, está planeada una carretera que pretende cruzar los manglares de Tabasco en México, se dividiría la biosfera maya en tramos de Tikal-Calakmul; el Naranjo y el Ceibo, en Guatemala; el canal seco de Nicaragua, y zonas megadiversas de toda Mesoamérica.

Así, sobre este territorio se planea la construcción de carreteras, puertos marítimos, tendidos eléctricos y comunicaciones de fibra óptica, plantas generadoras de electricidad, oleoductos, gasoductos, ferrocarriles, aeropuertos, canales secos y de agua, así como corredores industriales y maquiladoras.

Esto con el “objetivo” según planteado de enfrentar la escasez de infraestructura de transporte en la zona, sin embargo, esto no es más que un medio para la entrada de capitales que garanticen el adecuado funcionamiento de las necesidades de expansión y control sobre los recursos y territorios que se consideran estratégicos. Además, vemos claramente el reposicionamiento territorial de Estados Unidos sobre América Latina, combinando el Plan Colombia, el Plan Puebla Panamá, el Corredor Biológico Mesoamericano, y ahora el Plan México.

Por tanto, vemos que el PPP, independientemente de llenar los vacíos de carreteras e infraestructura entre las zonas, es un instrumento complementario de los Tratados de Libre Comercio (TLC) firmados con diversos países y con el Área de Libre Comercio con las Américas (ALCA).

Lourdes García