17 de diciembre de 2009

La infancia perdida de los niños afganos entre trabajo infantil, abuso sexual, y violencia




La violencia que asola a Afganistán afecta gravemente a la población infantil, los niños afganos siguen siendo reclutados como combatientes, además de que se les abusa sexualmente.[i]
Mortalidad y trabajo infantil, matrimonios precoces, niños soldados o kamikazes, todos estos males aquejan a Afganistán, donde la mitad de la población tiene menos de 15 años. Un 30% de los niños afganos trabajan de una u otra forma, además el 43% de las niñas son obligadas a casarse antes de los 15 años.
No se trata sólo de las terribles violaciones que ocurren en el contexto de la guerra sino también de la terrible pobreza que aqueja al país[ii], y del trabajo duro que deben desempeñar.
Muchos niños son muertos o mutilados tanto en los ataques del Talibán y de otros grupos antigubernamentales, como en los bombardeos aéreos de las fuerzas estadounidenses.
Casi 30 años de conflicto han obligado a millones de niños afganos a quedarse sin educación y trabajar para ayudar a mantener a sus familias. De los 8.4 millones de niños afganos[iii] -más de un tercio de la población de 28 millones- 1,2 millones son la principal fuente de sustento para sus familias y muchos más complementan sus ingresos.
Hay alrededor de 6,5 millones de niños en riesgo en Afganistán quienes son privados de educación.
La pobreza, la falta de seguridad, de educación y un influjo de refugiados regresando a Afganistán desde países vecinos son los principales factores que hacen que las familias obliguen a sus hijos a trabajar.
En Afganistán con frecuencia los niños y niñas están expuestos a abusos y a condiciones laborales inapropiadas. Se les niegan sus derechos humanos y carecen de una educación que podría contribuir a romper el ciclo de pobreza que los rodea. La mayoría de los niños y niñas trabaja durante largas horas en hornos de ladrillo, en la construcción de carreteras, agricultura (producción de adormidera, huertos de frutales) y como niños y niñas soldado. Algunos ya a la edad de 12 años se unen a las bandas callejeras que piden dinero.
Un pequeño ejemplo lo podemos encontrar en las fábricas de ladrillos en la que decenas de niños harapientos y cubiertos de polvo, trabajan como esclavos de ocho de la mañana a siete de la tarde, trabajando a horas en que el sol resulta implacable, enceguecedor, aún así los pequeños trabajan de forma infatigable a pesar del calor y el polvo.
Por otra parte, la mitad de los niños afganos no asisten a la escuela y el mayor grupo que carece de educación es el de las niñas.
Esto no es todo lo que aqueja a la población infantil, aunado a esto las mafias que comercian con el tráfico de esclavos, transportan a los afganos a través de Turquía y Grecia, en algunos casos son explotados aún más por estas mafias y peor aún los tienen viviendo en condiciones infrahumanas.

[i] En 2008 hubo 1,459 casos censados de abusos sexuales contra niños, según datos de la Comisión Europea en Afganistán.
[ii] Afganistán es el quinto país más pobre del mundo. La mayoría de los afganos vive con aproximadamente 2 dólares al día.
[iii] Datos de UNICEF para 2008.



Lourdes García

7 de diciembre de 2009

Sembrando dignidad: la doble lucha de las mujeres zapatistas


Antes de la creación del EZLN, las mujeres eran maltratadas y humilladas por parte del patrón, muchas sufrieron violaciones, fueron tratadas como si no valieran nada, como si sólo sirviesen para parir y cuidar a los hijos, muchas de ellas sufrían y morían en el parto, y cuando enfermaban se curaban con plantas medicinales.

En el inicio del movimiento zapatista, sólo participaban dos mujeres indígenas. Para 1994, el 30 por ciento de las filas del ejército las conformaban mujeres. Poco a poco las mujeres fueron engrosando las filas combatientes, hasta alcanzar, hoy en día, grados de dirección. Algunas de ellas dirigieron a las tropas zapatistas en las acciones militares del 1º. De enero de 1994: Ana María, Ramona, Elena, Irma, Luisa y Elisa, son algunos de los nombres de mujeres que tuvieron un papel destacado en esa mañana de 1994, como combatientes, como dirigentes y como participantes de ese gran movimiento que surgía a la luz pública.

Actualmente, las mujeres conforman la tercera parte de las fuerzas combatientes del EZLN. Además, existe un grupo más numeroso de mujeres zapatistas que pertenecen a las bases de apoyo.

La Mayor Ana María (quién dirigió la toma de San Cristóbal el 1º. De enero de 1994), relata que la participación femenina no se limita a lo estrictamente militar “… son muchas las cosas que se hacen en las comunidades. Desde que empezó a desarrollarse este trabajo del EZLN, fue muy importante la participación de las mujeres en la seguridad, y fueron las jóvenes quienes salieron a pelear, el trabajo de las mujeres de los pueblos es organizarse para hacer trabajos colectivos”. La Mayor Ana María, específica las diferencias entre las milicianas y las insurgentes “las dos son combatientes, pero las milicianas viven en sus pueblos, reciben entrenamiento y van a combatir cuando les toca. Las insurgentes, vivimos en los campamentos y nos distribuimos en los pueblos para ir a enseñar política.

Como ellas mismas lo relatan, ahora luchan por igual derecho que los hombres, ocupan cargos en la milicia, participan también como promotoras de educación o salud, son miembros de las Juntas de Buen Gobierno y de las comisiones de agricultura y artesanías.

En las comunidades se organizan para formar su propia cooperativa, y hasta en algunos casos juntan un dinerito para comprar animalitos y trabajar en colectivo, ya sea criando pollos o marranos, o en su caso, sembrando maíz y hortalizas.

El trabajo de las zapatistas es por conciencia y no por un beneficio personal, lo hacen por apoyar a las comunidades. Es así como se organizan para la comercialización de sus artesanías y productos, para poder subsistir.


La lucha no es sólo con el arma, el trabajo de las mujeres en los pueblos es organizarse.

Hoy, luchan día a día por el respeto a los derechos de todas las mujeres.

“Nuestros derechos son las mejores armas para luchar”

Lourdes García