16 de mayo de 2011

Marruecos: entre la explotación infantil y el Estrecho de Gibaltrar




Los niños de la calle que parecieran invisibles ante los ojos del gobierno, sin embargo, es una de las manifestaciones del empobrecimiento urbano provocado por un éxodo rural descontrolado y una mundialización económica galopante, que hacen que aparezcan menores en la calle en las ciudades más importantes en Marruecos (Tánger, Tetuán, Casablanca, Fez, Mequinez, Agadir, Marrakech, etc.).

El trabajo infantil se da en condiciones precarias e irregulares donde no se respetan los derechos de los menores, destacándose el trabajo en la calle, en los talleres y en el servicio doméstico de niñas menores de edad.

Los niños no sólo sufren de mendicidad y malos tratos, sino también psicológico y físicos, muchas de las veces siendo objeto de explotación sexual.

Los menores que abundan en las calles de estas ciudades muchas veces son niños privados de una familia, otros son aquellos que alguna vez fueron abandonados en orfanatos, sin embargo, también podemos encontrar a niños que aún están con la familia y son explotados laboralmente por los padres, y por otra parte están aquellos que desertaron en la escuela y ayudan a la familia trabajando en la calle, pero también podemos encontrar a menores de 7 años que son alquilados para mendigar, entre cuatro o nueve euros, no más, cuesta alquilar durante toda una semana a un niño para mendigar por las calles.

Por otro lado, se calcula que tan sólo en la región de Casablanca existen casi 23 mil sirvientas menores de edad, analfabetas, procedentes en su mayoría de medios rurales, y nacidas en familias numerosas y muy pobres.

Las llamadas “petites bonnes”, delicado eufemismo francés que encubre este aspecto de la explotación infantil que todavía subsiste, trabajan entre 12 y 15 horas diarias, siete días a la semana por un salario que, dependiendo de la edad, raramente sobrepasa los 400 dirhams al mes (unos 40 euros) y que suele ser entregado directamente a los padres. En este trabajo están expuestas a todo tipo de abusos, incluso sexuales por parte del patrón o el hijo de aquel.

Hay testimonios de niñas, que han logrado salir de esto, donde dicen haber recibido tratos inhumanos por parte de los miembros de la familia que las contrató, casos en donde orinaban sobre ellas, las golpeaban y forzaban a limpiar hasta el último resquicio de la casa. También las obligaban a dormir fuera de la casa sobre un suelo sin techo, y privándoles de comer o de medicarse en casos de enfermedad.

Aún a pesar de saber las condiciones en que viven y trabajan estas niñas, las familias de las zonas rurales siguen vendiendo a sus hijas, de entre 7 y 15 años, para que trabajen al servicio de amos urbanos. Muchas veces lo hacen a través de mujeres intermediarias que reclutan a menores “las S´msar”, quienes han visto el negocio que supone actuar como interlocutoras para las miles de familias que piden una niña a la que se le paga la mitad de una profesional, por lo que esta situación es más maleable y más difícil que denuncie una violación o agresión.

Cruzar el Estrecho

Por otra parte, la emigración de menores se está reproduciendo cada vez más en Marruecos. Estos niños, adolescentes y jóvenes entre 10 y 17 años arriesgan su vida ocultándose debajo de los ejes de los camiones o de los autobuses y cruzan el estrecho de forma irregular.

El acto de emigrar no es un acto individual. Los menores emigran en grupo, estando al tanto de los horarios de los barcos y de los camiones que transportan mercancías.

Esta región es la sala de espera en donde nadie busca trabajo, no hay actividad. Todo el mundo intenta la alternativa más fácil: huir. No es de extrañar que esto represente una boca menos que alimentar.

Es así como vemos que 600 mil niños son explotados laboralmente en todo Marruecos, la cifra asusta si hablamos que en todo el mundo existen más de dos millones de niños en esta situación, las tres cuartas partes además son víctimas del tráfico de personas, los conflictos armados, la esclavitud, la explotación sexual y los trabajos peligrosos.

La desestructuración de las familias, el fracaso escolar, el éxodo rural, la pobreza y la preferencia de mano de obra infantil en sectores como la artesanía o la agricultura son algunas de las causas vinculadas con el empleo de niños.

En Marruecos el trabajo infantil está prohibido por el código laboral desde 2004 y se han aprobado leyes que establecen la educación obligatoria hasta los 15 años, aunque sigue siendo muy elevado el ausentismo escolar sobre todo en el ámbito rural, además entre otras medidas está pendiente una norma que prohíbe el convertir en casi una esclava a las niñas.

Marruecos tiene una de las tasas más altas de trabajo infantil de África septentrional y Medio Oriente y, al mismo tiempo, una de las más bajas de asistencia a la escuela de niños que trabajan, a excepción de África subsahariana.

Por lo que en Marruecos es complicado girar hacia una esquina sin ver a un pequeño vender chicles, chocolates, cigarrillos o pañuelos, limpiando botas o transportando turistas, son viejos encerrados en cuerpos de niños, niños obligados a ser adultos pero al fin y al cabo niños, sólo hay que darles una oportunidad para que olviden sus caras tristes y le devuelvan el brillo y la inocencia a su mirada y recuperen su infancia perdida, la infancia de millones de niños en el mundo con tantas ganas de vivir y superarse.

Lourdes García

26 de abril de 2011

Las zonas francas: industria de explotación femenina



Muchas veces los consumidores no nos damos cuenta que cuando compramos una prenda de vestir, talvez estamos comprando la explotación de un obrero (a) indígena, de una costurera indígena, o estamos comprando la destrucción de nuestro medio ambiente.

En América Latina, uno de los problemas más lacerantes es la actitud permisiva de los gobiernos que potencian la sobreexplotación laboral de miles de trabajadores, pero sobre todo de mujeres trabajadoras, nos referimos en concreto a la industria maquiladora, la cual se ha expandido a través de la creación de zonas francas o zonas procesadoras de exportación, en países donde la mano de obra es barata y, además, se otorgan exoneraciones de impuestos y aranceles para facilitar la creación de dichas zonas.

Las maquiladoras por la misma naturaleza del trabajo productivo que representan se encuentran más interesadas en un supuesto servicio laboral sin interrupciones o mermas, por lo que buscan instalar estas industrias en países ajenos a las normas laborales que protejan a las personas que ahí laboran, esto genera que como norma no escrita en cada país se obstaculice el derecho humano a la organización sindical.

Es el caso de El Salvador, donde existe una fuerte concentración, sectorial y espacial, de las actividades de la maquila en el sector textil. La concentración en las actividades textiles se encuentra más difundida entre las empresas de capital extranjero: el 88% de las empresas extranjeras se ubican en la maquila textil, donde las empresas de origen coreano y taiwanés son las que tienen mayor presencia. Pero también, las empresas de capital salvadoreño son subcontratadas por los fabricantes norteamericanos, ya que dependen de éstos para el suministro de materia prima y tecnología, así como para la organización de la producción, el control de calidad y los ritmos de trabajo, a excepción de la contratación de la fuerza de trabajo.
Por otra parte, el 78% del empleo total, en esta industria, es femenino y los niveles de ingreso están vinculados a las destrezas y habilidades manuales y no a los conocimientos o capacitación profesional de las operarias. Una práctica común de las empresas de la maquila es despedir a las trabajadoras al finalizar el año, la finalidad es de reducir los costos salariales (vacaciones y aguinaldo) correspondientes al pago por antigüedad.
En las zonas francas no existen los derechos laborales de sindicalización ni, en consecuencia, el de la negociación colectiva. Una de las garantías para el fomento de las empresas y plantas maquiladoras es la inexistencia de un marco de contrato colectivo obligatorio. A esta característica, se agrega la represión sindical como mecanismo de control patronal sobre el proceso de trabajo.
Un ejemplo de ello, es la existencia de “listas negras” que impiden encontrar un trabajo a las obreras despedidas por intentos de organización sindical, hasta el punto de que el Ministerio de Trabajo emite una especie de “certificado de buena conducta” que se asegura que la persona concerniente no ha participado en ningún esfuerzo de organización sindical.

Por otra parte, el Estado de Honduras ha aprobado leyes que permiten la libre instalación de empresas maquiladoras exonerándolas de pago de impuestos, contribuciones y tasas, aún así no vigila ni controla las condiciones de trabajo, es decir, sólo permite el libre tránsito de las empresas, pero no inspecciona las condiciones en cuanto a jornadas de trabajo, metas de producción elevadas, posturas forzadas, movimientos repetitivos o exposición a vibraciones y altas temperaturas. Por lo tanto, no se obliga al patrono infractor a cambiar y mejorar las condiciones de trabajo como lo aconsejan los parámetros nacionales e internacionales.

La discriminación son muchas. Desde su reclutamiento, en cuanto a la práctica de revisión del cuerpo, exámenes sanguíneos y otros. Tienen dificultades para ser contratadas, si son mayores de 30 años, tienen varices, sobrepeso y si han tenido operaciones de cesárea.
Las mujeres de la maquila son mujeres jóvenes y en su mayoría solo han cursado la educación primaria. Son migrantes del interior del país. Trabajadoras que no han tenido experiencia organizativa, y una vez incorporadas al trabajo asalariado viene la imposición de metas elevadas de producción, jornadas de trabajo de hasta 10 o 14 horas diarias de lunes a sábado y para cumplir con la meta hasta el día domingo, sin prestaciones laborales ni pago de horas extras, e incluso en algunos casos los patronos no las dejan ir al sanitario, contrayendo así infecciones en vías urinarias, los jefes las maltratan y las acosan sexualmente, entre otras violaciones de sus derechos laborales. Asimismo, el contacto con sustancias nocivas y las obligadas posturas inadecuadas, les provocan igual enfermedades respiratorias, hipertensión arterial y problemas musculares. Y, una vez que las maquilas cumplen los 10 primeros años de actividad, cierran y se instalan en otro lugar con otro nombre y el ciclo recomienza.

A pesar de ello, los gobiernos de los países centroamericanos y otros, insisten en las presuntas bondades de trabajar en las maquilas ante la incapacidad de generar empleos en otros sectores.

Esta es la fórmula perversa del libre mercado. Industrias apoyadas por las cámaras de comercio y la industria del vestido.

Lourdes García

24 de marzo de 2011

¿Por qué aceptar la existencia de un Estado terrorista?




Palestina estaba ocupada, tenía un alto grado de educación y cultura, con granjas y mercados, con ciudades y pueblos, con carreteras y comercio y mucha interacción con el resto del mundo.
Esta tierra fue un refugio para los judíos que huían de la segregación. Antes de la guerra y el surgimiento del sionismo, árabes y judíos podían convivir pacíficamente en esas tierras, pero el sionismo, hasta entonces minoritario entre quienes practican la religión judía, había decidido que “por derecho divino” era precisamente Palestina donde habría de instaurarse el Estado de Israel la “tierra prometida”.
Las bandas sionistas recurrieron al terror contra la población palestina para apoderarse de sus tierras; contaron para ello no sólo con el beneplácito sino con el abierto apoyo del ejército inglés, que utilizó la mitad de todo su ejército para reprimir el levantamiento popular de 1936-39 que intentó frenar el despojo a que estaba siendo sometido y establecer su derecho a formar un país independiente.
En 1947, Inglaterra renunció al protectorado y dejó en manos de la ONU la “solución” del problema. La ONU, dominada por los intereses de las potencias vencedoras, no encontró otra solución que partir el territorio palestino para formar dos estados.
A los judíos que representaban apenas el 28% de la población, asentada en el 10% de la geografía palestina, les asignaba el 52% del territorio (y más del 78% de las tierras de riego) en tanto que a los palestinos, que constituían el 72% de la población deberían conformarse con el 48% del territorio y sólo el 22% de las tierras de riego.
Con esta resolución la ONU reconocía a una comunidad religiosa el “derecho” sobre un territorio (que ocupaba apenas en algo del 10%), a una comunidad que ni había nacido ahí, ni era mayoritaria y esto a costa del despojar a sus legítimos habitantes, los palestinos.
La resolución y el terrorismo antiárabe en las aldeas cruzadas por el ejército judío obligaron a exiliarse a partir de mayo de 1948 a más de 300 mil palestinos, la derrota de los Estados árabes en la guerra desencadenada por la Liga Árabe en esa fecha permitió a Israel extender su territorio y expulsar otros 700 mil palestinos, que se refugiaron en Jordania, el Líbano, Siria y Egipto.
Hoy en día la mayor parte de las personas refugiadas viven en Cisjordania, Gaza y los países árabes vecinos: Jordania, Líbano y Siria. Por lo que hay una expulsión sistemática de los palestinos, los cuales no tienen derecho a regresar a sus tierras y reclamar sus propiedades, destinados a vivir como refugiados desposeídos.

Actualmente el Estado de Israel Judío ocupa el 85% del territorio:
Superficie de la Palestina histórica: 28,203 km2.
Israel actual: 23,972 km2

Villas palestinas han sido transformadas en asentamientos judíos o terrenos agrícolas. Además, los palestinos disponen sólo del 10% de los recursos hidráulicos, Israel controla el 90% restante.
Por otra parte, han cortado los árboles de olivo de manera que nunca vuelvan a crecer, además de cultivos de calabazas y lechugas, ya que la agricultura representa un 60 por ciento de la economía Palestina. En lo que se refiere a los comerciantes locales, sus vehículos son detenidos a menudo durante horas en los puestos de control, estropeando su contenido bajo el sol. Los mercados están desierto por los múltiples bombardeos, o invasiones ocasionales de los tanques israelíes. A causa de esto, el desempleo sobrepasa un 70%.

Vivir en palestina es vivir en una prisión, sufriendo de injusticia y opresión.

La Franja de Gaza que sobresale desde Egipto hasta la costa occidental de Israel, ha sido indigente desde hace mucho tiempo, los refugiados que huían de sus hogares en Israel naciente en 1948 convirtieron el área de 620 kilómetros cuadrados en uno de los sitios más densamente poblados. En la actualidad la población excede 1.5 millones. Gaza ha estado cerrada al mundo y está bajo una total sofocación económica y social, controlada por vía terrestre, aérea y marítima.

Por otra parte, Israel es el principal aliado estratégico para controlar el medio oriente, región productora de petróleo. Y Estados Unidos lo apoya con 4 mil millones de dólares anuales.
Israel es el 5º país nuclear en el mundo. Posee entre 200 y 300 ojivas nucleares, es una superpotencia en la región. El ejército de ocupación controla todos los caminos y carreteras palestinas, por lo que todos los días el Estado de Israel pone en práctica su política de torturas.
Muestra de ello fue la “Operación Plomo Fundido” a fines del 2008 y comienzos del 2009, operación en la cual, mediante bombas de racimo y fósforo blanco, se masacró sin piedad a 1,300 palestinos, incluidos 412 niños, y se destruyeron 2,400 casas, así como 29 escuelas en la Franja de Gaza.
Para el 2010 el Estado de Israel demostró una vez más su capacidad de realizar las peores de las atrocidades: asaltando, en aguas internacionales, a una flota que llevaba ayuda humanitaria a Franja de Gaza.

Entonces, ¿Por qué el pueblo Palestino (y el mundo) tendría que aceptar un Estado que excluye, que ocupa militarmente sus territorios, que los hambrea, que los bombardea, un Estado militarista y fascistizado?

Por la liberación de su tierra y de su gente

¡PALESTINA LIBRE!

Lourdes García

6 de enero de 2011

La otra cara de Rio de Janeiro en Brasil


Las favelas son edificaciones muy rudimentarias construidas alrededor de las grandes ciudades de Brasil. Generalmente, en los barrios formados por favelas no hay ni agua corriente ni luz, y los habitantes viven en condiciones de pobreza y rodeados de delincuencia. Actualmente, en las favelas de todo Brasil viven alrededor de 6,5 millones de personas.
Las favelas más antiguas tienen ya un siglo de existencia, pero solo a comienzos de los años setenta se convirtieron en cuna de las bandas, ganando poder con el tráfico de drogas y creando feudos en estos barrios olvidados por las políticas estatales.
Los favelados (como se les conoce a las personas que habitan en las favelas) no son considerados ciudadanos formales, ya que no poseen ni dirección postal, por lo que no cuentan con nada que los acreditase como tales.
En la Ciudad de Río de Janeiro que tiene una población de 7 millones de habitantes. Y, dos millones de personas -un tercio de la población de Río- habitan en unas mil favelas, aproximadamente, algunas de ellas localizadas en colinas que se asoman sobre lugares turísticos como las playas de Copacabana e Ipanema y en la falda del monte del Corcovado, que corona la estatua del Cristo Redentor.
Estas favelas están perfectamente comunicadas con la ciudad. Una parte de los habitantes de la favela tienen su trabajo en la ciudad, lo que ellos llaman el “asfalto”.
Claramente vemos que en estos lugares se halla un estado completamente independiente dentro de una misma ciudad pero con sus propias leyes, reglas y códigos propios.
Para los millones de brasileños que viven en favelas la violencia forma parte ineludible de la vida. Esta situación se debe tanto a la delincuencia como a los métodos utilizados por algunos elementos de la policía -la fuerza a la que se paga para que proteja a la comunidad-.
Las favelas, cuya población está privada de la protección efectiva del Estado, y especialmente de la protección policial efectiva, son las que sufren las mayores concentraciones de homicidios y delitos violentos.
El narcotráfico se ha institucionalizado en las favelas cariocas. Es decir, la práctica violenta de sus principales actores y la facilidad de convertirse en un modo de vida para millares de niños, adolescentes y jóvenes, no son acciones paralelas al poder sino que hacen parte de su vida cotidiana. Con lo cual, las mismas instituciones del poder han transformado la ilegalidad del tráfico de drogas una práctica delincuente.
Los narcotraficantes sustituyeron al Estado y se erigieron en benefactores de la población, ofreciendo servicios como luz, gas o televisión por cable y organizando concurridas fiestas, en las que acuden armados con pistolas y fusiles para exhibir su poder.
Pero también, podemos encontrar a los grupos mafiosos de policías, conocidos como "milicias", que han sustituido a los "narcos" en decenas de favelas, donde extorsionan a la población con métodos igual de violentos que sus predecesores.
Recientemente estos barrios humildes, o favelas, de Río de Janeiro, en Brasil, están siendo “recuperados” por la policía, dentro de un “plan de recuperación urbana” para los Jugos Olímpicos de 2016.
Algunos habitantes en las favelas sostienen que las autoridades quieren que se muden porque están en un área privilegiada para la compra-venta de terrenos, ya que muchas favelas se encuentran en laderas de colinas que ofrecen vistas espectaculares y acceso fácil a áreas céntricas de la ciudad.
Por lo que este plan urbanístico incluirá más de 260.000 hogares y tendrá un costo superior a los US$4.500 millones.
Asimismo, se demolerán viviendas en 123 zonas humildes que estén expuestas a grandes riesgos de, por ejemplo, deslaves como consecuencias de las lluvias.
Aproximadamente 13.000 familias que viven en estas 123 zonas serían reubicadas, si es que hay lugar para ellas.
Es por ello que el interés de “limpiar” las favelas, en el que no está en juego la seguridad y bienestar de las miles de personas que habitan en ellas, sino están por más los intereses privados. Ante esta situación el gobierno estatal ha enviado fuerzas especiales y caveirão, que literalmente quiere decir "gran calavera", que es un vehículo de combate de estilo militar blindado, equipado con una torreta y diversos puestos para disparar. Estos vehículos con los que la policía patrulla las favelas de Río de Janeiro, entran en las comunidades disparando al azar.

Lourdes García